Mi Historia La Cuento Yo

Todo empezó con una discusión en la cocina de mi antigua casa, donde vivíamos mi hermano y yo con mis padres, mucho antes de que ellos se separaran.

Cuando yo era muy pequeño, tenía una enfermedad muy conocida por sus ataques en público, estaba padeciendo de epilepsia, la cual es un trastorno en el que se interrumpe la actividad de las células nerviosas en el cerebro, lo que provoca convulsiones. También se dice que no tiene cura, sino que se controla por un tiempo y luego regresa. Los recuerdos que tengo sobre aquellos sucesos son muy pocos, pero casi todos son desagradables. Es muy desesperante sentir estos ataques de epilepsia y solamente poder mirar sin poder moverte ni mucho menos hablar.

Les cuento esta pequeña etapa de mi vida porque fue la que llevó a mi padre a buscar todos los recursos necesarios dentro de la medicina para curarme, y también empujó a mi madre a buscar a Dios cómo nunca lo había buscado anteriormente, para que él tenga compasión de nosotros.

Recuerdo casi todas las visitas a los diferentes médicos en diferentes ciudades de la República Dominicana y desgraciadamente, también recuerdo la desesperación de mis padres cada vez que se repetían estas convulsiones.

Por otro lado, recuerdo que una vez llegó a la ciudad un predicador que Dios lo usaba en un nivel sobrenatural haciendo milagros. Yo no entendía lo que era un milagro, pero ahora se lo puedo explicar porque ya tengo dicho conocimiento. Mi madre no lo pensó dos veces para llevarme a aquel lugar donde se iba a presentar ese hombre, recuerdo que todo el mundo tenía que hacer una línea hasta que le llegue su momento, y al fin llegó mi turno. Aquel hombre puso su mano en mi cabeza y me susurró algo al oído, de repente caí al piso y no pude levantarme por un buen rato. Recuerdo poder escuchar todo pero no podía abrir los ojos y tampoco podía moverme.

Pasaron varios días, luego semanas, luego meses, y quizás un año después de aquel suceso, y al fin llegó la conversación en la cocina de mi casa. Mi padre estaba seguro de que yo fui sanado por los estudios médicos que me habían hecho en una clínica que visitamos, donde llenaron toda mi cabeza de cables para monitorear mi cerebro.

Por otro lado, está la fe de mi madre, ella aún sigue convencida de que fue Dios quien me sanó aquel día que ese hombre oró por mi. Yo no tenía ni idea de lo que había pasado, hasta que atravesé un momento difícil hace una década.

 

Por otro lado, recuerdo que una vez llegó a la ciudad un predicador que Dios lo usaba en un nivel sobrenatural haciendo milagros. Yo no entendía lo que era un milagro, pero ahora se lo puedo explicar porque ya tengo dicho conocimiento. Mi madre no lo pensó dos veces para llevarme a aquel lugar donde se iba a presentar ese hombre, recuerdo que todo el mundo tenía que hacer una línea hasta que le llegue su momento, y al fin llegó mi turno. Aquel hombre puso su mano en mi cabeza y me susurró algo al oído, de repente caí al piso y no pude levantarme por un buen rato. Recuerdo poder escuchar todo pero no podía abrir los ojos y tampoco podía moverme.

A CONTINUACIÓN LES CONTARÉ.

He perdido la cuenta de las veces que me he escapado de la muerte, la gran mayoría de ellas estoy convencida de que si sigo vivo es porque Dios ha estado luchando por mi vida mucho más de lo que ha luchado el diablo.

Nunca olvidaré aquel viernes 29 de la última semana de marzo (semana santa), del año 2013. No quiero entrar en detalles sobre la razón del acontecimiento, porque hay heridas que no se permiten que el lápiz escriba. No es necesario redactar aquella terrible experiencia, pero para que tengan una idea de lo que sucedió, les cuento que casi pierdo la vida. Es muy importante que describa y escriba lo que pasaba por mi mente en ese preciso momento. No cabe duda que en ese instante donde te das cuenta que el porcentaje de que perder la vida es muy alto, rápidamente se puede ver la vida en segundos.

Tus primeros recuerdos, tu primer amor, los consejos de tus padres, “mi niño no lo hagas”. Los primeros pasos de tu hijo y su última sonrisa. Los reclamos de tu esposa y las lágrimas que le causaste, y hasta te despides, aunque no logren escucharte. Recuerdo que en ese mismo segundo le hice la promesa más sincera a Dios. Pero, era la misma promesa que ya le había hecho varias veces antes. En el fondo sabía que le había fallado bastante, entonces acudí a pedirle que cuide de mis seres queridos y que nunca me recuerden como un cobarde.

En ese mismo instante quería tener el control del universo y retroceder el tiempo, por lo menos a dos horas atrás, cuando ese compañero se negó a ir con nosotros y me insistió para que no vaya para allá. Pero en mi interior yo sabía que tampoco tenía el control de eso. Es entonces cuando se pierde la fuerza y ​​la esperanza.

Pero de repente sucedió lo inesperado, nuevamente ocurrió un milagro. ¡Dios me salvó! En media hora ya me encontraba en mi casa, compartiendo con aquellas personas que le había pedido a él que cuidara. Pero nuevamente me olvidé de aquellas promesas y de aquel amor. De aquellos consejos y de aquel error. En vez de dar testimonio de lo ocurrido, lo que hacía era alardear de haber sobrevivido.

Ese mismo año vine a los Estados Unidos, y seguí viviendo la vida desenfrenada como la estaba viviendo en mi país. Asimismo, llegó aquel día donde me tocó prepararle una fiesta de cumpleaños a una amiga, recuerdo aquella noche como si fuera hoy. Había comprado muchas bebidas y había invitado a todos nuestros amigos más cercanos. Mi mejor amigo me dejó con todas las responsabilidades y me dijo que iba a ver a una chica. En medio de la fiesta, alrededor de las diez de la noche, apareció aquel amigo totalmente diferente, y en el momento que lo vi, se me fue el enojo y fuimos al balcón para hablar. Yo solo lo miré y le pregunté qué si había estado en la iglesia, y el me dijo que sí. En ese instante recordé todo lo que Dios había hecho por mí, y de la nada le dije, “si me hubieras dicho que querías ir a la iglesia, yo te hubiera acompañado”.

La siguiente semana ya me encontré en un hogar donde se reunían varias personas para escuchar a alguien hablando de la Biblia. Justo al terminar la reunión, estaban hablando de un campamento y me interesó el viaje. Creo que fue tres semanas después que fui al campamento y allí tomé una de mis mejores decisiones.

He tenido mis luchas y mis caídas,

y lo admito, no soy el mejor padre, esposo, hijo o amigo, pero cada día trato de ser mejor que ayer, sigo apostando a mí y cada mañana triplico mi apuesta. Porque yo decidí creer y estoy convencido de que Dios es real y confiable. Y no es porque me dijeron que Él sana, es porque Él me sanó a mí. Tampoco no es porque me dijeron que Él salva, fue porque Él me salvó a mí. Mucho menos porque me dijeron que Él restaura, sino porque Él me restauró a mí.

ANIMATE A TOMAR ESA GRAN DECISIÓN

QUE AÚN TE FALTA POR EJECUTAR

PARA QUE SI ALGÚN DIA HABLAN DE TODO LO NEGATIVO DE TU VIDA, QUE SEA PARA RECORDAR.

Que un día fuiste algo de lo que no estás orgulloso, que actualmente no lo eres y que nunca lo serás.

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